San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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viernes, 23 de agosto de 2013

SOBRE EL MAGISTERIO INFALIBLE

R.P- Basilio Méramo.

SOBRE EL MAGISTERIO INFALIBLE



Estimado Señor Director del blog Amor de la Verdad, con fecha del 20 de agosto del corriente año, aparece un artículo del Padre Barbará sobre la infalibilidad del Papa considerando que éste es infalible en su magisterio ordinario y que esto es una verdad de fe divina; al P. Barbará lo refuté en un escrito publicado con el título: "Sobre el libro del P. Barbará" del 7 de abril de 1996, y que no pudo rebatir (siendo una persona que no tenía pelos en la lengua) y no porque no lo hubiera recibido o que no lo hubiera leído, pues justamente las hermanas Alejo se lo estaban traduciendo al francés para leerlo.
En su libro "La Bergerie du Christ et le loup dans la Bergerie" el P. Barbará ya expresaba, para defender su posición sedevacantista, el error de confundir magisterio ordinario del Papa, con el magisterio ordinario universal de la Iglesia, pues es evidente que los dos términos y conceptos teológicos, no se identifican. No se debe confundir esto, porque es evidente que el Papa no es la Iglesia, pues esta es un todo completo y acabado, mientras que el Papa es parte de ese todo, aunque sea su piedra y su fundamento; es lo mismo que confundir los fundamentos de una casa, con todo el edificio equiparándolo o identificándolo.



El magisterio ordinario universal de toda la Iglesia que es infalible, lo componen o integran todos los obispos, incluido el Obispo de Roma, el Papa, que es su cabeza. Es el magisterio de todos y no de cada uno de los obispos aisladamente o por separado. El magisterio ordinario del Papa solo, no es ni puede ser el magisterio ordinario universal de toda la Iglesia, que por definición es el de todos los obispos incluído el Papa mismo.

Es una falta de óptica atribuir el magisterio ordinario universal de la Iglesia a uno de sus miembros, aunque sea al principal de ellos, lo que corresponde al todo.
De otra parte, hay que recordar que lo que está definido como infalible por la Iglesia no es el magisterio ordinario del Papa, sino el magisterio extraordinario o solemne del Papa solo (aisladamente), cuando habla ex cathedra; sin olvidar que el Papa goza por ser la cabeza y fundamento de la Iglesia visible, de la misma infalibilidad que tiene la Iglesia toda en el conjunto de todos sus obispos. Y nótese bien, la definición dice que el Papa goza de la misma infalibilidad de la Iglesia, y no que la Iglesia goza de la misma infalibilidad del Papa, como es la tendencia ignara y despistada que se acentuó después de la definición del dogma de la infalibilidad del Papa.



No entender esto, es un problema que denota una clara deficiencia teológica sobre el tema.
El problema de fondo en todo esto, es que a raíz de la herejía de Roma Apóstata y de los Romanos Pontífices que la encabezan, muchos tradicionalistas para defenderse del error y la herejía modernista y de Papas herejes, echaban mano a cuestiones teológicas que les permitieran afirmar la sede vacante de una manera apodíctica y dogmática, es decir como un imperativo de fe que se debe de aceptar so pena de caer en herejía. Cuando en realidad lo que había que hacer era 2

considerar teológicamente el problema, llegando a una conclusión teológica evidente quoad sapientes, pues en su momento no era fácil que lo fuera para todos, pero sin pretender que dicha conclusión fuese un dogma, pues ninguna conclusión teológica es dogma de fe por muy cierta y evidente que sea hasta que la Iglesia, por su magisterio infalible, no lo defina.



Hablar del magisterio universal de la Iglesia del Papa solo, es un contrasentido teológico y además un error de identificar como sinónimos o equivalentes Papa e Iglesia, siendo que son términos y conceptos distintos y no idénticos.
De otra parte, tampoco se puede confundir como términos y conceptos iguales o equivalentes, magisterio ordinario del Papa, con magisterio del Papa ex cathedra, que es el magisterio extraordinario del Papa solo, unilateralmente.



El que no es capaz de ver y distinguir esto, no tiene capacidad teológica para comprender el tema y mucho menos para hablar de él. Pues ese es el problema, sobre todo ahora, de muchos fieles que con sus rudimentarios conocimientos de teología, pretenden ser teólogos y pontificar sobre un tema que no abarcan comprenden ni entienden.
En el escrito al que hice alusión y que lleva el título "Sobre el libro del Padre Barbará" del 7 de abril de 1996 ya advertía: "toda la prueba de la sede vacante se reduce para el P. Barbará, a la falsa noción que él tiene sobre lo que es el magisterio infalible de la Iglesia y en consecuencia el magisterio del Papa y de la obediencia al mismo, pero advirtiendo que: en primer lugar no se trata de refutar la tesis obre la sede vacante, la cual es defendible teológicamente, sino de evitar el error (o los errores) sobre el cual el P. Barbará se basa para defender esta tesis. Se trata en consecuencia de corregir los fundamentos en los cuales se basa el P. Barbará para defender (o apoyar) una tesis como la sede vacante, que por otro camino, (medio) es teológicamente defendible". (Ibídem, p.1).



Como es sabido, el magisterio ordinario universal es el magisterio unánime de todos los obispos dispersos por el mundo en sus diócesis, bajo su cabeza, el Obispo de Roma, el Papa, pero no es el magisterio de cada uno de ellos en particular ni del Papa, sino de todos, del conjunto, es decir, del cuerpo o colegio episcopal.
"Si bien el Magisterio Infalible de la Iglesia es uno solo, no obstante hay dos modos (vías) de realizarse: el uno Magisterio Ordinario Universal; el otro, el Magisterio Extraordinario o Solemne. A su vez el Magisterio Extraordinario tiene una doble versión: la de los Concilios Ecuménicos y la del Papa solo cuando habla ex cathedra. Pero para el P. Barbará, el Papa (solo) es infalible tanto en su Magisterio Extraordinario cuando habla ex cathedra, como en su Magisterio Ordinario, confundiendo ambos modos, en una sola cosa, diciendo categórica e irreflexivamente que: ‘la infalibilidad del magisterio ordinario del Papa es una doctrina de fe definida con el mismo título que su magisterio extraordinario’. (La Bergerie... p.195)". (Ibídem. p.2).

En primer lugar esto es falso, es no distinguir entre magisterio ordinario del Papa y Magisterio Ordinario Universal de la Iglesia, y por tanto, no del Papa solo y de tal o 3



cual Obispo aisladamente, sino de la Iglesia (toda la jerarquía docente) es decir todos los obispos con el Papa a la cabeza dispersos por el mundo enseñando unánimemente acerca de la fe y la moral, pues la Iglesia no puede equivocarse.

El que quiera más explicitación sobre el tema, pues la puede encontrar en dicho escrito.

P. Basilio Méramo

Bogotá 22 de Agosto de 2013

En la fiesta del Inmaculado Corazón de María

Fiesta del Inmaculado Corazón de María

 
La Santísima Virgen María, dijo a Santa Lucía de Fátima:
Nuestro Señor quiere que se establezca en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado. Si se hace lo que te digo se salvarán muchas almas y habrá paz; terminará la guerra... Quiero que se consagre el mundo a mi Corazón Inmaculado y que en reparación se comulgue el primer sábado de cada mes... Si se cumplen mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz... Al final triunfará mi Corazón Inmaculado y la humanidad disfrutará de una era de paz.
El 4 de marzo de 1944, con el decreto Cultus liturgicus, el Papa Pio XII extendió a toda la Iglesia latina la fiesta litúrgica del Inmaculado Corazón de María, y asigno como día propio el 22 de agosto, que es la octava de la Asunción, y elevándola a rito doble de segunda clase.
 
 
 
AQUI EL SERMON DEL PADRE MERAMO
PARA LA FIESTA DE ESTE DÍA
 
 
Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En esta fiesta del Inmaculado Corazón de María, instituida por el papa Pío XII en plena guerra, después de consagrar la humanidad al Inmaculado Corazón, quiso que en la Octava después de la fiesta de la Asunción se celebrase la fiesta del Inmaculado Corazón de María.

La devoción al Inmaculado Corazón de María, como nosotros sabemos según San Juan Eudes, es la misma al Sagrado Corazón de Jesús; son dos devociones que expresan una misma realidad, el amor de nuestro Señor por nosotros y el amor de nuestra Señora que ama a su Hijo y nos ama a nosotros como a hijos suyos también. Lo vemos en el evangelio de San Juan: Ella es recibida por San Juan como Madre y Ella recibe a lo recibe a él y a todos nosotros como hijos suyos.

Aquí quiero hacer una observación, y es que no hay porqué enmendarle la plana al Ave María agregando “Madre nuestra”, también como en otras ocasiones lo he mencionado y, es más, cuando digo una cosa e insisto en ella, me baso teológicamente para decirlo, con lo cual no importa que cualquier otro padre o cualquier otro obispo así lo diga, porque así pierde, por no seguir la teología de la Iglesia. Me refiero a que no se dice “por nosotros los pecadores”, porque los pecadores no son los unos como si los otros no lo fueran, es un artículo relativo y aquí no hay ninguna relatividad; todos sin excepción somos pecadores, entonces no son los pecadores y los no pecadores. Sin agregarle además “Señora”, porque en latín no decimos en el Ave María “dómina”, son colombianismos, mejicanismos, argentinismos, que se le agregan.

Entonces ciñámonos a la liturgia romana. Lo mismo ocurre en el Padrenuestro, le colocan un “Señor” donde no lo lleva, entonces las personas que dirigen el Rosario, por favor no cometan esos errores, porque quienes vienen por primera vez lo aprenden mal y eso es lamentable; en el colegio las profesoras no han podido aprender, porque el sacerdote anterior les enseñó así y el anterior también, y se termina por no decirles más porque da pena, pues no entienden, pero en esta capilla sí deben entender y espero que se comprenda que no es un capricho, es por una concesión que se convierte en error teológico introducido por agregar artículos que no hay y una palabra puede convertirse en un error.

En la Iglesia es así: una simple “y” (en latín “que”) en el “Filioque” que no admiten los ortodoxos constituye una herejía, una “i” de más que se le agrega al homoiousios, en vez de homoousios en griego, la herejía de Arrio. Ni una iota. No quiere decir que no sea verdad que es Madre nuestra, es muy Madre nuestra como ya lo acabamos de ver en el evangelio, que es Madre de la Iglesia; es entonces Madre nuestra, pero si les vamos a agregar a las oraciones todas las verdades, no acabaríamos nunca. También en otras oraciones como la Salve. En el Credo agregamos un segundo creo, “creo en Dios Padre y creo en Jesucristo”, etcétera. Nos acostumbramos a agregarle y por eso cuando nos cambian en el Padrenuestro “deudas” por “ofensas”, por esa mala costumbre nos tragamos el cuento.

Nuestra Señora, primera garantía de salvación. La epístola de esta fiesta, tomada de uno de los libros Sapienciales, el Eclesiástico, y que la Iglesia le aplica a nuestra Señora, como a Madre de la Sabiduría, que es nuestro Señor, la Sabiduría Eterna, increada; Ella, Madre de Dios, Madre de la Sabiduría Eterna, Madre de nuestro Señor Jesucristo, predestinada desde toda eternidad, ab initio, ante ómnia saécula. Todos esos pasajes que parecieran ininteligibles, no se entienden si no los situamos dentro de la predestinación, ab aeterno, de la Santísima Virgen en el mismo decreto de la Encarnación, en el mismo decreto que desde toda la eternidad Dios promulgó, para que el Verbo se hiciera carne; en ese mismo decreto se promulgó que nuestra Señora sería la Madre de Dios y de esa predestinación brota toda la gloria y todo el honor de nuestra Señora, por ser la predestinada desde siempre a ser la Madre de Dios y de ahí todos los privilegios, por su maternidad divina.

De ahí todo su poderío, todo su señorío, toda su realeza y el triunfo bajo la impronta de su Inmaculado Corazón; de ahí tantas promesas en ese triunfo muchas veces mal interpretado, mal entendido, mal situado. Bástenos por lo menos saber sobre todo en la hora presente, que después de todo esto, de esta apostasía, de esta pérdida de la fe, de esta pasión de la Iglesia, tendrá lugar el triunfo del Inmaculado Corazón, que no forma sino el mismo y único triunfo de nuestro Señor Jesucristo.

Todo colabora al bien de aquellos que Dios ama, esta es la importancia de ser, de pertenecer a aquellos que Dios ama y todos somos amados de Dios, el problema está en que nos excluimos de ese amor divino voluntariamente y por eso se forman dos bandos, dos genealogías, dos razas: la raza de los benditos en nuestra Señora y la raza de los malditos en Eva y la serpiente. De ahí viene el odio irreconciliable y por eso es un signo, como decía San Luis María Grignión de Montfort, un signo de la predestinación el que nosotros veneremos a nuestra Señora, seamos sus fieles y verdaderos devotos, porque hay infieles y falsos devotos. Siendo entonces, sus fieles y verdaderos devotos pertenecemos a esa raza de los hijos de María y tenemos así la garantía de nuestra Salvación.

No es, por tanto, una devoción más o que yo le rece a San Pedro, o a San Juan, o a San Pablo, o al Santo que más me guste, porque nuestra Señora está por encima de todos los santos y ángeles del cielo, está al lado de Dios y es nuestro escudo, nuestra abogada y nuestra protectora y bajo todos esos títulos tenemos que invocarla para que Ella aplaste a la serpiente, la cabeza de Satanás.

Pidámosle esa confianza y amor filial a Ella, para que amemos más y mejor a nuestro Señor Jesucristo a pesar de todas nuestras miserias. +

PADRE BASILIO MERAMO
22 de agosto de 2001