San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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domingo, 21 de septiembre de 2014

DOMINGO DECIMOQUINTO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En el evangelio de hoy vemos la compasión de nuestro Señor por una mujer viuda a quien se le acaba de morir su único hijo. Conmovido ante el dolor de una madre, sin que nadie se lo pida, solamente por presenciar aquella escena, nuestro Señor le resucita a su hijo para consolarla, ya que siendo viuda perdía todo y lo único que tenía en el mundo; porque los hijos, no como mal se piensa ahora, son el único tesoro de una familia; en los hijos está la riqueza de una familia y el perdurar a través del tiempo la garantía de la ancianidad. Aunque también ahora, desgraciadamente, a los ancianos los encierran en las sociedades de la tercera edad para no ocuparse de ellos, lo cual muestra cuán bajo es nuestro nivel de cultura que desprecia a los ancianos, a los padres que nos han dado la vida. Nos preciamos de vivir en un siglo de ciencia y avance y lamentablemente es todo lo contrario.

Esa compasión de nuestro Señor, ese amor, esa caridad, nos hace recordar la deuda de amor que tenemos con Él que vino al mundo para redimirnos y que no escatimó su sangre para morir por nosotros. Ese amor se revela de manera concreta en la compasión que siente hacia esta pobre mujer resucitándole a su hijo, al único tesoro que tenía la viuda de Naím; por eso nuestro Señor le remedia su dolor volviéndole a la vida y manifestando con ese milagro su divinidad. ¿Por qué manifestando su divinidad? Porque dijo en nombre propio: “Yo te lo ordeno, Yo te lo digo”. Ese carácter personal es propio solamente de Dios, porque ningún enviado lo podría hacer sino invocando a Dios y no atribuyéndose poder divino como evidentemente lo hace nuestro Señor; así nos manifiesta su divinidad, en la cual debemos creer como católicos, porque siendo verdadero Hombre es verdadero Dios, y así ese Ser que es divino y que es humano, que se encarnó para salvarnos, para redimirnos del pecado, consuela a esta pobre mujer. La misericordia, el amor de Dios compadecido ante la miseria humana. Todos debemos tener ese amor, esa indulgencia con el prójimo y no faltar al mandamiento de la caridad que supera incluso al de la justicia; el de la estricta justicia que obliga en conciencia a retribuir a cada uno lo debido según el bien común; pero la caridad va mucho más allá, porque está por encima de la justicia.

También San Pablo, en la epístola de hoy, nos exhorta a hacer el bien a todos y en especial a los hermanos en la fe. Que no nos cansemos de hacer el bien y que no tengamos esa avidez, esa avaricia de vanagloria, de pretender y creernos mejores que los demás; eso es origen de disputas, de peleas y de odios. Que nos soportemos mutuamente es la Ley de Cristo. Y San Pablo nos dice que la Ley de la caridad, que es la Ley de Cristo, consiste concretamente en soportarnos mutuamente, y porque no nos toleramos, somos incapaces de tolerar a los demás que están a nuestro alrededor, porque de nada vale soportar a un chino, o a un japonés que está al otro lado del mundo que no nos afecta para nada, sino al que está viviendo bajo el mismo techo, al que vive al lado, al vecino de en frente, al que está próximo a nosotros.

De ahí viene la palabra prójimo, soportarnos y en ese soportarse mutuamente se ejerce la caridad, la Ley de Cristo, sabiendo que debemos tolerar los defectos inherentes a la miseria humana que tienen los que nos rodean, porque nosotros tenemos los mismos o quizá mayores o peores que ellos. Esto es un imperativo, no es facultativo, no es si me cae bien, si me hace un favor; no es si es agradable esa persona; es sin distinción, por encima de lo bueno o de lo malo que tenga, por encima de la simpatía o de la antipatía natural; la caridad no es un encanto natural, es, si pudiéramos decir, si quisiéramos usar la palabra simpatía, una simpatía sobrenatural por amor a nuestro Señor, por amor a Dios, porque Él murió en la cruz por todos y todos estamos obligados a amar al prójimo y en especial a los hermanos en la fe, es decir, a los católicos en primer lugar, en primer orden. Y veremos el fruto de la buena acción si no desfallecemos. De ahí surge la necesidad de la perseverancia, que es como una paciencia prolongada en el tiempo, para que veamos los frutos de las buenas obras hechas por amor a Dios.

Pidámosle a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que podamos cumplir con ese precepto de caridad, de amor, de compasión con el prójimo, soportándonos mutuamente y haciendo el bien a todos. +

PADRE BASILIO MERAMO
24 de septiembre de 2000

miércoles, 17 de septiembre de 2014

RESPUESTA A UNA OBSESIÓN ANTISEDEVACANTISTA (R.P. Basilio Méramo)




(NOTA DEL EDITOR AL FINAL DE LA EPÍSTOLA)


     Sin darse por aludido, desde su atalaya invulnerable, Mons. Williamson prosigue
impertérrito, dale que dale con su tema, obsesivamente, identificando liberales y
sedevacantistas como las dos caras de una misma moneda; parece que no le entran
balas y no hay peor sordo que el que no quiere oír, ni peor ciego que el que no
quiere ver y podemos añadir de nuestra propia cosecha; ni peor eunuco que el que
a sí mismo se castra, como de paso le aconteció al famoso y desdichado Orígenes,
que convirtió las Sagradas Escrituras en un cúmulo de alegorías, pues claro, si
seguía interpretándolas en su sentido literal, pero que para él era el craso o crudo,
evidentemente hubiera terminado decapitándose.

Decimos que insiste y persiste Mons. Williamson sin darse por enterado, sin
distinguir, cuando habla del sedevacantismo quiere anular, suprimir, de un solo
plumazo, todo sedevacantismo y seguir reconociendo a Roma apóstata una
legitimidad que no tiene, a pesar y por encima de todo.

Muy lamentablemente Mons. Williamson obliga a que se le tenga que refutar, ante
su obsesión antisedevacantista, ya que no solamente comete el grave error de no
distinguir de qué sedevacantismo habla al equipararlo con el liberalismo como la
otra cara de la misma moneda, sino que menosprecia toda consideración teológica
sobre la sede vacante negando que pueda condensarse en una conclusión teológica
cierta y evidente, no quoad ómnibus (para todos) sino quoad sapientes (para los
entendidos). Como resultado final avala y respalda la autoridad de una pretendida
jerarquía que pontifica no sólo en el error, sino aun en el cisma (en ruptura con el
pasado y la tradición católica), en la herejía y la apostasía renegando del dogma de
la fe. En definitiva se legitima a la Roma Modernista y Apóstata por encima y a
pesar de todo el Misterio de Iniquidad y la abominación de la desolación en Lugar
Santo (la Iglesia) ya presentes.

Mons. Williamson es recurrente sobre el tema y sin embargo no se da (quizás jamás
se dé) por aludido, pues lo que al fin y al cabo le interesa, es respaldar la
legitimidad de una autoridad que pontifica no sólo en el error, sino aún en la
herejía, el cisma y hasta la misma apostasía.

Si bien se mira, la Consideración Teológica sobre la Sede Vacante, es la única que
puede darnos una respuesta teológica y doctrinal ante los hechos consumados que
hoy vemos, de una autoridad que conculca la fe.

Decir reiteradamente que liberales y sedevacantistas se identifican, es equiparar el
sedevacantismo que es una cuestión teológica, (que es posible al no ir contra la fe)
con el Liberalismo que es una magna herejía, como lo atesta entre otros Sarda y
Salvany.

Lo menos que podría hacer Mons. Williamson, es distinguir sapiencialmente
(puesto que es del sabio ordenar y para esto se requiere distinguir) entre un
sedevacantismo visceral, categórico, apodíctico, radical, dogmático y un
sedevacantismo teológico, conclusivo (pues se trata de una conclusión teológica y
por lo mismo, cierta y evidente quoad sapientes, sin que lo sea sin embargo quoad
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ómnibus –para todos–, metiendo a todos en un mismo saco, para desacreditarlos
de un solo y mismo plumazo).

Mons. Williamson no es más, en el mejor de los casos, que una víctima del tabú y
de los prejuicios que sobre el tema, dialécticamente se han forjado, pues a la Roma
modernista y anticristo (como la denominaba Mons. Lefebvre afirmando además
que estaba en la apostasía) lo único que le interesa y teme perder, es la impunidad
que le da el poder obrar bajo el manto de una supuesta legitimidad. Por eso lo que
más le duele y le dolería, es que se le niegue o al menos se le ponga en duda la
legitimidad de su autoridad. Todo lo demás, lo puede más o menos tolerar.
Estamos ante un falso y dialéctico análisis con el cual se pretende anular toda
posición que impugne la legitimidad de las pretendidas autoridades romanas
actuales y quizás sobre todo, imposibilitar, quitándole todo valor a la posibilidad
de la Sede Vacante, es decir, negar su misma posibilidad y así poder legitimar a
ultranza, dicha autoridad. Por eso no distingue ni quiere distinguir, luego es claro,
que desde su falsa resistencia, sirve a los intereses de Roma apóstata y de la Nueva
Iglesia Conciliar. Aparentemente en contra y opuesto a Mons. Fellay por su
acuerdismo, pero llegando a lo mismo sin ningún acuerdo, ya que legitima por
derecho propio la autoridad de aquella.

Mons. Williamson gusta de señalar que se sobrevalora a la persona y se subvalora
la institución, y no se percata que la Iglesia, como institución divina, impugna por
su propia esencia la conducta de un Papa y de toda la jerarquía oficial que se desvía
de la fe; no se quiere dar cuenta que hay un incompatibilidad radical, esencial y
doctrinal entre la herejía y el Papado. Un Papa hereje y que siga siendo Papa, es
incompatible, puesto que la institución divina de la Iglesia eyecta de su seno al
miembro que se vuelve hereje. Si un Papa se desvía en la fe, pública y
notoriamente, es evidente que deja ipso facto de ser miembro de la Iglesia y por lo
mismo no puede ser su cabeza; esto es lo que decía San Roberto Belarmino,
haciéndose eco de toda la tradición de la Iglesia.

De otra parte, no hay una primacía doctrinal entre el magisterio universal solemne
(extraordinario) y el magisterio universal ordinario. Ambos son igualmente
infalibles y por lo mismo definen dogmas de fe tanto este como aquel (la diferencia
está en la formulación), puesto que tanto el uno como el otro tienen la misma
fuente: la Revelación (la oral que es la Tradición y la escrita, las Sagradas
Escrituras). Claro que todo esto no anula para nada esa gran verdad que Mons.
Williamson afirma, que la infalibilidad del Papa proviene de la Iglesia y no a la
inversa.
De otra parte, no es lo mismo hablar de disparates que de herejías, y que un Papa al
no hablar ex cathedra sea falible y por lo tanto nada impide el que diga disparates,
que poco importarían si fueran disparates de orden natural, como si dijera que un
círculo es cuadrado que un triángulo es bilátero o que dos más dos son cinco, pues
en nada esos disparates vulneran la fe, pero si son algo más que disparates, es
decir, que atingen a la fe, vulnerándola, entonces hay que llamar a las cosas por su
nombre; no se trata de meros disparates, se trata de herejías. Y no es compatible un
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Papa que diga herejías, objetiva, pública y manifiestamente con la permanencia de
su pontificado.

Hay una contradicción entre la herejía y el Papa. Un Papa no puede ser hereje y
seguir siendo Papa. Eso es evidente bajo el prisma de la fe. Lo que no es de fe es la
conclusión a la que se llegue, o si se quiere, dicha conclusión es materialmente de
fe, pero no formalmente de fe, como lo es toda conclusión teológica cierta y
verdadera, hasta que la Iglesia así lo enseñe y defina.
Parece que Mons. Williamson no supera su recuerdo anglicano-protestante (que
impugna la Iglesia y el Papado) que no le deja libre para su nuevo amanecer ya
convertido al catolicismo; pareciera no poder superar la terrible pesadilla como si
le siguiera afectando. Y eso, parece que produce una parálisis neuronal que puede
esclerotizar el cerebro, pues hay que estar bastante desfasado para no poner al
menos en duda la legitimidad de una autoridad como la actual que raya en la
desfachatez. Cómo no se va a dar cuenta a quién beneficia con sus pretendidas
elucubraciones teológicas, y cómo paraliza cualquier juicio sobre la herejía de los
actuales jerarcas.

Su oposición a Mons. Fellay es accidental; ambos esperan ser convocados y
certificados por Roma, sin lo cual les parece que no serían católicos; ambos
reconocen la legitimidad de Roma apóstata y la única diferencia es que el uno
quiere un acuerdo (Mons. Fellay) y el otro no (Mons. Williamson), pero con o sin
acuerdo, están los dos reconociendo la autoridad aunque esta vaya en detrimento
de la fe y de la Iglesia.

Ambos no reconocen tampoco el carácter apocalíptico de esta crisis, que de
prolongarse y no ser abreviada, nos recuerda las palabras de Nuestro Señor con
ocasión de su segunda venida o Parusía preguntándose si encontraría si
encontraría aún fe cuando vuelva.


P. Basilio Méramo



Bogotá, Septiembre 17 de 2014


Nota del Editor:

   Pese a las reiteradas ocasiones en las que hemos intentado aclarar, que en estas ulteriores épocas, en las que No cabe una Sede Vacante,  en virtud de que ROMA PERDIÓ LA FE Y ES SEDE DEL ANTICRISTO,  Parece ser que los resabios dialécticos del mundo actual que ya acostumbró a las masas,  a  escoger entre un mal y otro en todos  y cada uno de los  menesteres cotidianos, también afecta incluso, a los mas ortodoxos,  sacerdotes que incluso, son doctos en teología, (esto sin menoscabo y sin mención específica de los doctorsetes  sacamuelas que pretenden pontificar con una embarrada en la materia, y que de una u otra forma arrastran con heréticas teorias incluso a quienes se pretenden conservadores cat´licos, por esa misma  estupidez voluntaria por pereza intelectual);  En este orden de ideas,  desde las etimologías  mismas  para el particular en el asunto de marras,  es  forzoso comenzar por entender el real significado de VACANTE, que implica,  desocupada y disponible,  cosas que ni de asomo se actualizan en el problema de la Roma ocupada por los adlateres del anticristo. dando paso de una postura o problema TEOLOGICOS,  a un simple problema de asequibilidad por costumbre,  toda vez, que no existiría el problema TEOLÓGICO del SEDEVACANTISMO, O ANTISEDEVACANTISMO,  si  se entendiera que su origen es una mas de las semillas  sembradas por la hiper revolución anticristiana,  no  fue exenta la  Neo Frater del problema, y de tragarse  las cuestiones antes descritas,  y  no  es poco  común, que aun los mas  ortodoxos conservadores pretendan jugar en el Tablero del otro, con las reglas del otro,  y con la dialéctica del otro.
   

Y si a esto sumamos  las  Falsas resistencias de "Absipos" Británicos   con la ayuda de "bien ordenados presbíteros fornicadores con la gran ramera,   unicamente quedaría para el pequeño rebaño,  una especie de reducto,  también controlado,  por los platenses,  (comienza a parecer que todo esta perdido).  No  fueron coincidencias  ni la  bomba de humo mediatica del Abispo Willy,  con  su "negacionismo"  fue una implotación,  y tampoco nos parece que sea otra "coincidencia"  que el saca muelas  meologo  Brillantemente haya incoado un par de herejías y logrado hacer sucumbir a la verdadera resistencia apologética que hace  poco mas de un lustro, se lograba en los debates de la  hoy  "Radio Ceriandad"  para dar paso,  a poesia improvisada y columna hueca sin efectos reales,  Muy  similar implotación que además regula y controla a presbíteros bien intencionados, al estar subordinados al neoherecirca disfrazado  de piedad.  y controlando en ese otrora reducto a las "masas del pequeño rebaño"o que podría alguien explicar racionalmente el motivo por el cual  el Obispo Willy,  me escribió pidiendo que retirara  las acusaciones denunciadas en su momento,  al cómplice implotador Ceriani?
SEA PARA GLORIA DE DIOS.
Alberto González 

domingo, 14 de septiembre de 2014

DOMINGO DECIMOCUARTO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
En este domingo el evangelio nos recuerda y nos exhorta a buscar, primero el reino de Dios, las cosas de Dios; todo lo demás se nos dará por añadidura, para que no hagamos de lo que no requerimos, que puede ser incluso muy necesario, el fin último de nuestra vida, para que no hagamos de ello nuestro falso dios.

El Evangelio comienza advirtiéndonos que nadie puede servir a dos señores porque amará a uno y detestará al otro, o servirá al otro y no al primero. No se puede servir a Dios y a las riquezas, o se sirve a Dios o se sirve a al dinero, pero servir a ambos al mismo tiempo es imposible. Sin embargo, eso es lo que hoy el mundo predica, el catolicismo liberal: tener a Dios con una vela y a las riquezas con otra; éstas, que representan o sintetizan todos los bienes de esta tierra, de este mundo y por eso nuestro Señor es categórico, es radical, es vertical, o lo uno o lo otro, y eso lo hace para la salvación de nuestras almas, para que no nos engañemos. No es que el patrimonio sea en sí malo, lo nefasto es hacer de él nuestro señor, nuestro dios; lo funesto es ser y vivir esclavos de esas riquezas de ese patrimonio, de lo que ellos proporcionan, como fama, poder, bienestar, influencias, honores y todo lo demás. Debemos vivir para Dios y Él nos dará lo que necesitamos por añadidura.

Y mal se podría interpretar este evangelio de hoy, con la comparación que hace nuestro Señor de mostrarnos cómo las aves del campo no hilan, no tejen, no tienen graneros y son alimentadas por Dios, y cómo un lirio del campo viste mejor que Salomón en toda su opulencia. ¿Y cómo no se va a preocupar más Dios por nuestras almas que por las aves y los lirios del campo? Mucho más vale nuestra alma que es espiritual, con lo cual nuestro Señor quiere erradicar la solicitud terrena, esa preocupación desmedida por los bienes de este mundo que se adquieren y aseguran a través de las riquezas.

No es que nuestro Señor esté predicando la imprudencia, la pereza, la dejadez. Porque hay también esa tentación; las Escrituras mal entendidas nos llevan a herejías, y éstas tienen dos polos: los ebionitas, por ejemplo, predicaban que sólo se salvaban los pobres, en la Iglesia primitiva; los calvinistas predican que los que se salvan son los ricos y que las riquezas son una señal de la predestinación al cielo. Dos herejías que se identifican; ni ricos ni pobres, lo que quiere decir nuestro Señor no es que los pobres o los ricos se salvan o se condenan, no somos ni ebionitas ni calvinistas, como calvinistas son gran parte de los Estados de Europa y de los Estados Unidos. Por eso ese afán de poder y de éxitos en esta tierra como una garantía de la predestinación al cielo.

Sencillamente, nuestro Señor quiere mostrar que lo que interesa es la virtud, el desapego. Porque se puede ser pobre y ser tan miserable como un rico avaro apegado al poder y a las riquezas, que aunque no las posea, las desea en el corazón como a un dios omnipotente. Y Dios sabrá si no saldrán de ahí errores como la lucha de clases que ha sido agitada por el marxismo. Y al revés, tampoco quiere decir nuestro Señor, que los ricos se salvan o se condenan, porque se puede ser tan rico como un rey, el rey David, el rey san Luis, el rey San Fernando y no vivir apegados a esas riquezas sino que las utilizan para el bien de las almas y su salvación. También se puede ser rico y utilizar esas riquezas para el mal. Nuestro Señor quiere erradicar la solicitud terrena y que no invirtamos los términos, que no nos preocupemos demasiado ni aun por aquello que nos es necesario; que tengamos a Dios por Señor y no las riquezas de este mundo.

¿Cuánta gente, lamentablemente, ha vendido su alma al demonio haciendo pactos por ser grandes artistas, grandes millonarios, muy poderosos? No vendamos el alma al diablo, haciendo de los bienes de este mundo nuestro dios, nuestro fin último. Debemos buscar el reino de Dios en primer lugar y lo demás se nos dará por añadidura.

Otro error sería el de caer en la pereza, en la despreocupación, en la dejadez, en la falta de empeño o de trabajo, pensando que por rezar y orar no tengo que trabajar para ganarme el sustento, porque me va a caer del cielo, interpretando mal esa comparación que hace la Escritura con los lirios del campo y las aves del cielo. Y hay mucha gente inclinada a caer en ese error, ese es un extremo; el otro, diametralmente opuesto, que nuestro Señor quiere combatir, es la solicitud terrena. No podemos caer en la dejadez o en el abandono total esperando que todo nos llueva del cielo. Las Escrituras hay que interpretarlas correctamente, para eso está la santa madre Iglesia, para darnos el sentido a través de su Magisterio y de los Padres de la Iglesia.

De ahí la necesidad de leer la Biblia con abundantes comentarios. ¿Cuánta gente no saca errores sin malicia, y concepciones erróneas de las Escrituras por leerlas imprudentemente sin preguntarse antes qué dice la Iglesia, qué dicen los santos padres? No más por recordar, ¿cuántos errores sacados del Génesis? Por ejemplo, al interpretar quiénes son los hijos de los buenos, de los santos y quiénes son los de los malos. Algunos llegan hasta decir y creer que Eva concibió otros hijos, además de los que tuvo con Adán, con la serpiente; y de ahí siguen sacando cuentos y cuentos típicos de toda una gnosis cabalística que no es de hoy, sino tan vieja como el mundo. Y así se hace de las Escrituras una mitología, una fábula. Por nombrar un aspecto, un detalle de cómo es fácil que el error haga presa de nosotros si no nos preguntamos siempre qué es lo que nos dice la Iglesia, qué es lo que nos enseñan los santos Padres, qué es lo que dice la teología.

Por eso, del evangelio de hoy han nacido muchas herejías, cuando nuestro Señor lo que quiere es mostrarnos cuál es el camino para salvarnos, y sabiendo Él que necesitamos vestido, comida y los bienes que Él mismo ha creado para nuestro sustento, no quiere que esos recursos mal encaminados, mal queridos, mal deseados, sean un obstáculo para nuestra salvación, sean un impedimento para que consigamos el reino de los cielos, el reino de Dios que debe ser el primero y único de nuestros objetivos y todo lo demás es secundario, accidental. Y esto es difícil entenderlo en el mundo de hoy, porque es pagano, está judaizado; donde todo es dinero. Todavía aquí en Colombia nos salvamos porque gracias a la pobreza no tenemos esa contaminación del materialismo que se ve en Europa; es aterrador, trabajar para adquirir, para poseer, para vivir bien, pero se olvidan de vivir conforme a Dios. Así, entonces, tienen por señor no a Dios sino a las riquezas.

Por eso la gran tentación que hay de querer ver realizado en este mundo el paraíso, que es lo que promete falazmente el comunismo; éste no es más que el ideal judío, convertir esta tierra en un paraíso de bienes materiales donde ellos, por supuesto, sean los que gobiernen y manden. No en vano Marx era judío y por ende no hay una oposición entre el capitalismo liberal y el comunismo; son dos versiones de un mismo ideal que se pelean en la manera en que se va a producir, pero el objetivo final es siempre esta tierra, los bienes, el poder y las riquezas terrenales.

En cambio, la Iglesia nos dice: ¡no; es Dios, el reino de Dios! Y eso fue lo que le pasó a Maritain, casado con Raiza, una judía. Él fue un inteligente filósofo, al principio muy purista y a quien el gran padre Garrigou-Lagrange, teólogo en Roma, lo defendía y estimaba; el padre Meinvielle trató de abrirle los ojos a Garrigou-Lagrange en el Angélico, pues Maritain, queriendo instaurar un cristianismo terrestre, cae en la herejía de Lamennais, en esa gran herejía condenada, y él es así, el instigador del Vaticano II, amigo íntimo de Pablo VI y el padre de la libertad religiosa, para que todos trabajasen y viviesen en paz en medio de los bienes de este mundo sin importar que fuesen católicos, judíos, musulmanes o lo que fueran; ese es el humanismo integral, esa concepción católica reducida a esta tierra, en definitiva a buscar el ideal judío del paraíso perdido aquí y encontrado en esta tierra, olvidándonos del paraíso celestial del reino de los cielos.

Y de ahí todo el progresismo que comportan todas estas nociones, que todo lo que viene es mejor; ¿por qué? Porque aumenta la técnica, la ciencia, y entonces, eso debe hacer que los hombres vivan en un mundo mejor, con más bienes de consumo. Falso, eso es buscar primero lo de este mundo, las riquezas y no a Dios; en consecuencia vemos el gran error de Maritain y de todo el modernismo, que se infiltró en el Concilio Vaticano II y que sigue campeando hoy en la teología de la liberación y en toda la evangelización que, según vemos, se predica en las iglesias; por eso las monjas dejan la clausura y salen a la calle, los curas se vuelven como los demás hombres. Es la misma mentalidad y es la de un apostata del reino de Dios, la gran herejía del modernismo y el progresismo actual, impulsada por católicos de talla como Maritain.

Debemos tener esa vigilancia, para que realmente vivamos el espíritu del evangelio, y del evangelio correctamente interpretado, porque de él es muy fácil sacar herejías; el error es múltiple y diverso mientras la verdad es una. Es mucho más fácil, entonces, la propagación del mal que la del bien y por eso es más difícil el bien, porque el mal es como un cáncer. Todo esto quedaría lejos de nuestro corazón si tenemos en primer lugar el reino de Dios, si buscamos el reino de Dios y lo demás lo subordinamos. Ese es el mensaje que nos quiere dejar nuestro Señor en el Evangelio de hoy, para que no nos condenemos con los bienes y las riquezas de este mundo que Dios ha puesto para nuestro sustento y no para reemplazarlo a Él.

Pidámosle a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos ayude a buscar el reino de Dios, el de su divino Hijo en primer lugar, para que así impere en nuestros corazones, si es que no puede imperar más en la ciudad.+


PADRE BASILIO MERAMO
25 de agosto de 2002

domingo, 7 de septiembre de 2014

DOMINGO DECIMOTERCERO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

En el evangelio de hoy vemos la curación de los diez leprosos y el reproche que nuestro Señor hace ante la ausencia de los otros nueve, dado que sólo uno de los diez vino a agradecerle y a reconocerle como Dios. Todos los santos padres interpretan, como señala el padre Castellani, que es el evangelio de la gratitud y la ingratitud, y por eso nuestro Señor en cierta forma reprocha esa ingratitud de los otros nueve que no vinieron a presentarse.

No obstante, queda la dificultad, ya que fue nuestro Señor mismo quien les dijo que fueran a los sacerdotes, cumpliendo ellos lo que Él mismo les dijo y por lo cual el padre Castellani dice que además de ingratitud hay otro plano que apunta a la religión, a la conversión, a la fe; y ante ella no hay otro mandato, otro precepto, otro afán, otra obligación, nada. Porque a Dios no se le puede anteponer ninguna otra relación, ningún otro fin, ningún otro interés. Y por eso no es solamente la ingratitud lo que reprocha nuestro Señor, sino el no reconocer que el bien lo habían recibido a través de la mano de Dios.

El único leproso que se dio cuenta fue el que regresó a darle gracias y a adorar a Dios, por eso se postró sobre sus pies; es el gesto de adoración a Dios en Oriente y como antiguamente se estilaba, y es ese el otro aspecto que recalca y hace notar el padre Castellani, completando la exegesis común que hacen todos los padres refiriendo este milagro de hoy a la agradecimiento y desagradecimiento. ¿Y por qué es tan importante la gratitud? Porque todo lo que recibimos de Dios en el orden sobrenatural es gratis, no es debido. Y el mundo de hoy en su impiedad, en su herejía, hace de la gracia algo exigido por el hombre, por la dignidad del hombre, he ahí el Concilio Vaticano II.

Y todo es gracia, todo es regalado en el orden sobrenatural, y en el orden natural la vida, la existencia, etcétera; también son gratis, como muchas cosas que Dios nos da, no hay una exigencia, no hay una obligación de Dios, es completamente de balde, y eso hay que reconocerlo delante de Dios. No nos es debido, no hay una exigencia, y si la hubiera, entonces ya no sería gracia, ya no sería reconocimiento, gratitud.

Eso es lo que el hombre de hoy exige a Dios en su orgullo cuando reconoce la gracia, porque cuando no la reconoce simplemente le da la espalda. Teólogos como el cardenal de Lubac, honrado con ese título cardenalicio, fue quizás uno de los primeros herejes en ese sentido, en hacer de la gracia una cosa debida a la exigencia de la dignidad del hombre, eso es lo que enseña el Vaticano II. Luego rompe esa relación de lo gratuito de todo el orden sobrenatural, de lo gratuito de la gracia. Y por eso la importancia del reconocimiento; Santa Teresita del Niño Jesús decía: “Nada atrae tanto las gracias de Dios como el ser agradecido”. Y el mundo de hoy es desagradecido, nadie da las gracias, todo le es debido al dios hombre: mis derechos, y eso comenzando desde los niños; los derechos de los niños que ya no le dan el asiento a un mayor, que no se saben retirar ante la conversación de un mayor si no se los llama, que no saben estar en su puesto, todo les es debido, y se convierten para colmo en las mascotas del papá o la mamá.

Por eso la mala educación del mundo moderno y toda la falta del principio de autoridad. El niño o el hijo no es agradecido con sus padres, con sus mayores, con sus maestros. No, es el rey, todo le es debido y es poco. Es un hecho palpable, y así no solamente con la juventud y los niños, sino también con los mayores, nosotros mismos creemos que todo se nos debe, nuestros derechos, sin deberes. Y ante Dios también estamos exigiéndole, y nos asemejamos así a la oración del fariseo y no a la del publicano que se reconoce indigno pecador.

Los Santos Padres interpretan y relacionan el Evangelio de hoy con la gratitud y la ingratitud, porque la ingratitud seca la simiente de donde emanan los bienes. ¿Cómo alguien va a dar a otro algo si al dárselo el otro piensa que le es debido y no que es simplemente una merced, una gracia? Y mucho más, si el que nos da es Dios, ¿cómo le vamos a exigir? Es un orgullo profundo.

Y el otro aspecto del que habla el padre Castellani, es el de la religión. ¿Por qué no vinieron los otros nueve sino nada más que uno sólo? Es el reproche que hace nuestro Señor, porque es mucho más importante que ir y tener el certificado legal que los incorporaba a la sociedad, pues los leprosos eran excluidos del comercio social con los demás, vivían por las afueras con una campanilla para que nadie se les acercase si no se daban cuenta de su proximidad; vivían excluidos, como excomulgados.

La lepra se podía sanar al comienzo (también podía haber falsa lepra), y si así sucedía, eran los sacerdotes los que certificaban que esos individuos podían volver a vivir en sociedad; pero nuestro Señor hace ver que todo eso queda de lado porque a Dios sólo hay que reconocerlo como tal y adorarlo, amarlo. A Dios se le alaba reconociendo sus beneficios, ¿y cómo se van a considerar sus beneficios, si los reconocemos como una exigencia? He ahí la contradicción; por eso es absurdo que el hombre moderno exija a Dios un beneficio, eso rompe toda alabanza; no puede alabar a Dios porque no lo puede reconocer como un beneficio sino como una obligación.

Eso es lo que hoy enseña la falsa religión instaurada dentro de la Iglesia, con ropaje de cordero, de oveja, para que el pueblo fiel no se dé cuenta y así el error circule; pero si vemos las cosas como son, deberíamos darnos cuenta. Debemos tener presente esa necesidad de reconocer con gratitud los beneficios de Dios para alabarlo reconociendo los beneficios que Él nos prodiga y así verdaderamente adorarlo. No como hoy que es un falso culto, es el hombre el que prima y no Dios; por eso la insistencia que vemos en la enseñanza de Juan Pablo II cuando va a todas partes diciéndole a la gente que Cristo vino para revelar al hombre, para mostrar lo que es el hombre, cuando es todo lo contrario. ¿Quién dice algo, quién osa decir que esa doctrina no es evangélica, no es de Cristo, no es de Dios, no es de la santa madre Iglesia? Cristo no viene a revelar al hombre ni a señalarle su dignidad, viene a mostrar la miseria del hombre, y viene a evidenciarnos su divinidad para que le adoremos y para que adorándole una vez convertidos, nos salvemos.

Hay una tergiversación profunda del mensaje evangélico y solamente se puede explicar en lo que éste anuncia, la pérdida de la fe, la gran apostasía, la falta de religión y la adulteración de la Iglesia católica. Hay una verdadera adulteración y por eso la necesidad de guardar el testimonio fiel de la sacrosanta tradición católica, apostólica, romana. Aunque muchos fieles, desgraciadamente, no se dan cuenta hasta dónde llega la lógica consecuencia, pero hay que insistir en ello, para mantenernos con una fe pura, inteligente para no caer en el error. Porque si los tiempos no son abreviados, aun los que poseen la buena doctrina caerían; tal es la presión. Y ésta es grandísima; es necesario advertir y alertar a los fieles.

No es que yo hable mal del Papa, como algunos fieles han pensado y no han tenido la valentía de decírmelo. Un católico jamás está en contra del Papa ni en contra del papado, pero también hay que tener claro que puede haber una usurpación, una inversión, una infiltración. El Apocalipsis habla de un pseudoprofeta que tiene la apariencia de cordero pero que habla como el dragón. Es más, si nos remitimos a lo que dice el venerable Holzhauser, gran exegeta reconocido por la Iglesia, que ya en los siglos XV y XVI, cuando escribió el comentario al Apocalipsis, advierte que hacia el final de los tiempos habrá un falso Papa; misterio, pero así habla él.

Ahora bien, no es a mí a quien toca determinar esas cosas, pero sí advertir, como lo han hecho los grandes exegetas que han vislumbrado la posibilidad de que haya un antipapa en la Iglesia; es lo único que trato de advertir sin hacer ningún juicio sobre la persona, prevenir para cuidarnos porque no es posible pontificar en el error. Eso lógicamente no es posible, la Iglesia es infalible en su enseñanza, en su fe y yo como católico, apostólico, romano, no puedo admitir que desde la cátedra de Pedro se pontifique en la herejía.

Ahora, ¿cuál es la explicación? ¿cuál es la solución? Yo no lo sé. Si al verdadero lo mataron y pusieron a otro, si hay un sosias o lo que sea, o un infiltrado; muchas son las posibilidades y es muy difícil saberlo, pero lo que sí tengo que saber como católico es que un Papa verdadero no puede pontificar en el error, tergiversando el evangelio y la palabra de Dios. Su misión es la de confirmar a sus hermanos en la fe y no en el error. En consecuencia, el gran desconcierto de los fieles es qué hacer ante esa patraña. Es muy difícil. Pero ahí está la sacrosanta Tradición, lo que siempre la Iglesia en materia de fe ha enseñado, lo que siempre enseñó, la fidelidad a sus dogmas. Dogmas que hoy están negados, cuando no puestos en duda y la Iglesia excluye la sospecha. Dudar de un dogma de fe ya es ser hereje; Dios es absoluto, no permite el recelo, no permite ese relativismo.

Por eso nuestro Señor hace ese reproche a los otros nueve: ¿dónde están? Como diciendo, ¿por qué no han venido también ellos a adorarme y agradecerme como tú lo has hecho? De ahí el significado, el sentido del evangelio de hoy. Nos demuestra, entonces, la responsabilidad de cada uno ante Dios: el cielo o el infierno. Porque de acuerdo con esa respuesta categórica se definirá por siempre nuestra existencia y hoy vemos que hasta al infierno se lo pone en duda o se lo niega, como se lo ha rechazado diciendo que es simplemente un estado del alma, pero que no es un lugar donde hay fuego.

¿Dónde queda el dogma de la Iglesia que dice que es un estado y que también hay un fuego eterno? Es evidente, y sin embargo, estas cosas que antes eran comúnmente aceptadas hoy son paladinamente cambiadas, puestas en duda. Nosotros no tenemos otro recurso más que el de la fidelidad a la sacrosanta Tradición de la Iglesia, y saber que ningún Papa, ningún cardenal, ningún obispo, ningún sacerdote, ni un ángel del cielo, como dice San Pablo, puede enseñar otro evangelio, otra doctrina. Eso dijo San Pablo, aun si uno de nosotros, es decir, uno de los apóstoles o un ángel del cielo viene y les algo distinto, sea anatema, sea excomulgado, queda fuera de la Iglesia. La garantía para pertenecer a la Iglesia Católica es mantenernos en la fe y la fe me la da la Iglesia, la de siempre, la de todos los Papas, y no la nueva que ha comenzado con Vaticano II, desconociendo la sacrosanta Tradición. Y no creo que nadie deba escandalizarse porque yo hable claro y diga la verdad a la luz de la fe y si me llegase a equivocar, pues que por lo menos, en honor a la caridad, tengan a bien venir y decirlo, pero no hacer labor de zapa, de socavar cuando se trata de dar la luz para que no caigamos en el error.

Pidámosle a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, porque Ella es también la garante de la fidelidad a nuestro Señor, la verdadera devoción a la Santísima Virgen María, que hasta eso el demonio trata de eclipsar, de variar, de cambiar. Aun los gnósticos, aun los de la Nueva Era también hablan de nuestra Señora, y hasta los protestantes, cosa curiosa que nunca antes habían hecho. Pero no es la verdadera devoción, es la mentira mezclada con el error, y eso es muy difícil de detectar; tenemos que pedir la luz del cielo y agradecer cuando haya un sacerdote que con valentía y con toda sinceridad hable a los fieles, porque eso también es una gracia de Dios.

Por eso Dios les dijo a sus apóstoles que cuando no sean aceptados lo que queda por hacer es sacudir el polvo de sus pies e irse, pero no claudicar en su misión, no acomodarse al mundo, ni aun al gusto o al capricho de los fieles que están peor de lo que piensan, influidos y bombardeados trágicamente por un mundo impío y adverso a Dios. Ese siempre ha sido el lenguaje de los profetas, no el que halaga sino el que dice la verdad, pero ésta es de difícil aceptación.

De diez, uno solo reconoció la verdad y los otros nueve, ¿dónde están? Esperemos que en la hora de la muerte sigamos el ejemplo de este pobre leproso, que reconozcamos a nuestro Señor para que le adoremos en espíritu de verdad, en espíritu de fe y que este mundo corrompido que ha entrado en la Iglesia no nos destruya la fe y así podamos salvar nuestras almas. Es un problema de salvación, de santificación y no como algunos creen que “esto no es conmigo; total, yo me voy a salvar si sigo tranquilamente el camino más fácil”; seguir el camino más cómodo, sí, cuando todo anda bien en la Iglesia, pero cuando todo está al revés, ya es distinto y todo cambia; estos son los tiempos difíciles que nos toca vivir y que estamos viviendo.

Tenemos que recurrir de un modo mucho más intenso a nuestra Señora para que Ella nos proteja como a hijos pequeños suyos, porque todo es por gracia de Dios, no por exigencia. Reconocer los beneficios de Dios, por ejemplo, los de tener la Santa Misa tradicional, esta capilla y eso hay que reconocerlo y agradecerlo, ¿cuántos no andan por ahí buscando sin saber a dónde ir? Agradecer que somos católicos, que hemos nacido en tierras católicas, ¿qué tal haber nacido en China o en Japón, o en Suecia? Es un privilegio que hay que reconocer y más aún, mantenernos en lo que hemos recibido y no desperdiciar la gracia de Dios, que debemos transmitirla a los demás en la medida de nuestras posibilidades, y así ser más aceptos a Dios en medio de este acrisolamiento de la Iglesia, de la verdadera Iglesia reducida a un pequeño rebaño de Dios, como dice San Lucas.


Pidámosle a nuestra Señora para que seamos los fieles hijos de la Iglesia católica, apostólica, romana y así podamos permanecer leales a Ella y a Dios nuestro Señor. +
P. BASILIO MERAMO
18 de agosto de 2002

sábado, 6 de septiembre de 2014

El. R.P. Basilio Méramo envía una carta...

   Le reenvío para su publicación, la siguiente carta del Padre Eugène Robin, que
apareció ayer 5 de Septiembre en el Blog La Sapinière, desconocido para mí hasta
ahora, pero que es un excelente e insuperable escrito por su concisión y
contundencia, dado el momento en que se escribió y además con una óptica
eminentemente apocalíptica que resume mi pensamiento. Esta carta es la que
habría que de nuevo reescribir y enviársela a “Francisquito” y hacerla suya, todo
fiel íntegro, verdadero católico, sin resabios liberales, que acaban por aceptar las
premisas del enemigo.
Sin más, un abrazo en Cristo.

(He aquí el artículo de La Sapinière: http://www.lasapiniere.info/archives/1996)



En 2012, el Papa Benedicto XVI reconoció las “virtudes heroicas” de Pablo VI. El 19
de octubre de 2014 Francisco procederá a su 'beatificación' a raíz de la
canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, el 27 de abril. Mientras que la secta
conciliar celebra a los héroes que abrieron “la Iglesia a otras religiones y la
sociedad”, las autoridades de la Fraternidad San Pío X, que tratan de llegar a un
acuerdo canónico...
En este contexto de abandono de la batalla de la fe y de su testimonio, es bueno
leer y releer la "Carta a Pablo VI escrita por el padre Eugène Robin, fiel sacerdote
de Deux-Sèvres quien murió en Saint Maixent en 1979.
Este sencillo cura de aldea es un ejemplo de fuerza, fe y de sentido común.
Entonces, como ahora, puede fortalecernos y consolarnos en nuestra lucha
agotadora de la fe. Fue un sacerdote del Señor, desprendido de todo, con "el bastón
de la cruz y la honda del Santo Rosario en la mano para derribar a todos los
enemigos de Dios. Lúcido y celoso, él escribió:
"En la tormenta actual de la Iglesia, sólo los héroes y santos desobedecen... Los
sacerdotes que arrullan la misa judía y pagana de Pablo VI están marcados con el
hierro candente por el diablo. "
"Es preciso ahora y siempre hasta la muerte, amar a Dios más que todo, más que a
los superiores, más que al pecado, más que a nosotros mismos. Resistir, hacerse
matar en el acto, puede convertirse en el simple, banal y oscuro deber del riesgo
cotidiano, para los tiempos que vivimos, que son los últimos y que veremos muy
pronto peores... se tiene raramente en ésta vida la ocasión de ser bravos, pero
todos los días tenemos la de no ser laxos; peor aún, rara vez hay una oportunidad
única para ser valiente, pero cada día hay una para no ser un cobarde”.
"Evitar los problemas, combinar, huir, desertar, traicionar, qué horrible destino
para el que deberá pagar su bajeza en el otro mundo, donde sólo el coraje será
recompensado, si el soldado ha combatido del lado del vencedor definitivo, del lado
del Eterno”.
“El católico liberal, adoptando las palabras y las formas del adversario, acaba
ordinariamente por aceptar para sí y para los otros el sentido y los principios
mismos del adversario… El Católico liberal siembra la división. Desintegra junto
con la doctrina, las filas de los que la defienden, sin remordimientos”.
Este valiente luchador también ha escrito dos libros bajo el seudónimo de Marie
Michel: "El Cisma de Los Eunucos” y “Liberalismo, Mentalidad Liberal y
Duplicidad en el Padre Georges de Nantes”. Es en el segundo que encontramos su
carta a Pablo VI y algunas citas que hacemos.
Su estilo combativo es remarcable. Incluso si todos los argumentos que utiliza no
son del mismo peso, las palabras son claras, la fe está protegida y la Iglesia
continúa. Podremos marchar sobre sus trazos.
Carta del Padre Eugene Robin a Pablo VI
El 3 de septiembre de 1976, la Fiesta de San Pío X.
Santo Padre,
Tengo el honor de solicitar de vuestra rareza, la gracia infinita de ser excomulgado
con Monseñor Lefebvre, a fin de poder ir directamente al cielo.
Fundador de una capilla de San Pío V, no llevará a cabo ninguna cuenta de su
excomunión tomado de la tesorería del infierno. Soy un sacerdote para la
eternidad.
Conocemos demasiado sus transgresiones más sacrílegas contra la Sagrada
Escritura revelada (su religión del hombre), (“maldito el varón que confía en el
hombre” Jer. XVII, 5), contra el Catecismo dogmático reducido a casi nada, y sobre
todo contra el Santo Sacrificio de la Misa, a pesar de las reglas inmutables de San
Pío V. La verdadera Iglesia sólo puede ser fiel a estos papas canonizados.
Puesto que de estas Verdades inalienables se trata. Su cena protestante fue
anunciada 700 años antes de Cristo por el profeta Isaías: “En el tiempo del
Anticristo, a causa de los pecados de los hombres, se le dará al diablo el poder de
atacar el Santo Sacrificio y de destruir su Lugar Santo” (Is. VII, 10-12). ¡Ya está
hecho! Y es Vuestra Santidad destronada quién es el único responsable ante el
Juez eterno.
Por vuestra magia, los fieles inconscientes e ignorantes del mundo entero han
pasado al protestantismo sin ni siquiera darse cuenta. Vuestros sacerdotes,
vaciados de su sustancia sacerdotal, ya no ofrecen el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
No es por ignorancia, sino por complacer a los poderes fácticos, que ellos han
perjurado. Vos habíais confiado en su temor. Allí, teníais razón... Pero el castigo
será terrible.
Así pues, pisoteando el Santo Sacrificio de la Cruz en la Misa, habéis ido a tomar
vuestro modelo sobre el de Lutero, monje que colgó los hábitos, insultador de
Cristo del Calvario y su Santísima Madre, concubinario notorio manteniendo cinco
esposas a la vez, y venimos de descubrir por los escritos de dos testigos (1552), que
este miserable inventor del protestantismo se ahorcó en su cama, después de que lo
habían llevado y acostado como de costumbre cada noche, borracho como una
cuba. Obligados al secreto bajo la coacción de amenazas, estos dos testigos libraron
su conciencia sobre un pergamino, seis años después de la muerte de Lutero
(1546).
Mezclar la religión de un hombre, y ¡qué hombre! con la del Hijo de Dios, es un
crimen de apostasía. El Papa Pablo VI murió en vos, si alguna vez lo fue, porque
erais un hereje antes de ser Papa, y además sois un judío, de ahí la
incompatibilidad jurídica, según las decisiones a perpetuidad de Pablo III y de
Pablo IV. Ya que portáis sobre vuestro pecho el efod que portaba Caifás al condenar
a Jesús, probáis que no sois más que un falso converso y que habéis tenido siempre
el odio judío contra Cristo. Es por eso que atacáis todos los sacramentos con el fin
de destruir la Iglesia. De todos modos, os habéis depuesto vos mismo, según la
enseñanza de San Roberto Belarmino, Doctor de la Iglesia, por vuestras herejías
después de vuestra elevación desastrosa al Soberano Pontificado. La Iglesia sigue
sin vos, en el único pequeño rebaño fiel, seguro de la realización de la promesa de
Cristo: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. “No temas pequeño
rebaño”. “¿Pero cuando el hijo del hombre regrese sobre la tierra, encontrará aún la
fe?” (Palabras del Evangelio).
El Espíritu Santo no podría cambiar al revés La Iglesia después de dos mil años. Él
no puede contradecirse, porque Él no puede ni engañarse ni engañarnos. Vuestro
nuevo ecumenismo o melaza de todas las religiones es la negación de la revelación,
a la que vos deberíais ser el primer y más sumiso. Citadme una sola palabra de la
Biblia o de los Evangelios recomendando éste género de reconciliación con el
diablo. "Debemos juzgar el árbol por sus frutos." Es muy sencillo! Frutos de muerte
espiritual por miles de millones! Algunos quieren hacernos creer, como Courier
Roma, que vos no lo sabéis porque estaríais mal informado. Mal argumento, la
única injuria que podríamos todavía ahorraros, es la de creeros iletrado…
El obispo de Poitiers, Rozier Pigalle, predica con la primera serpiente del Génesis,
la sexualidad abierta, así los pocos sacerdotes que le quedan no se privan de esto.
Muy pronto en la Iglesia de Pablo VI, inexistente en teología, excepto para el Padre
de Nantes, no habrá más que obispos sin sacerdotes… ¿A esto es a lo cual también
vos queréis llegar?... Pero en la Iglesia de Cristo, Monseñor Marcel Lefebvre
contará con muchos verdaderos sacerdotes sacrificadores, religados a San Pedro y a
Nuestro Señor Jesucristo, Cabeza invisible de la Iglesia, por encima de la cabeza de
Pablo, perseguidor de los cristianos.
Que Santa Juana de Chantal, que vivió desde sus 15 a sus 20 años en éste lugar
bendito donde habito me dé la fuerza de guardar y de defender mi Fe hasta el
martirio, con Monseñor Marcel Lefebvre despedazado por los tigres.
Le ruego acepte, Su Santidad, la expresión de mi profunda conmiseración!
Eugène Robin + Sacerdote